FICHA TÉCNICA
- NOMBRE: Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares
- FECHA: 1634 - 1636 aprox (no hay consenso, hay autores que defienden que se pintó en 1634, otros en 1635 y otros en 1636)
- AUTOR: Diego Velázquez
- ESTILO: Barroco
- COMITENTE: Gaspar de Guzmán
- DESTINO: Residencia de Gaspar de Guzmán, ingresado en la colección real hacia 1769, comprado por Carlos III en la venta de los bienes del Marqués de Ensenada
- UBICACIÓN: Museo del Prado (Madrid)
- TÉCNICA: Óleo sobre lienzo
- DIMENSIONES: 3,13 m x 2,42 m
En primer lugar vemos que es un cuadro que presenta una gran variedad de colores dentro de una paleta neutral. Vemos que los tonos mas cálidos se sitúan en el primer plano de la obra, mientras que los tonos mas fríos se sitúan en los planos posteriores para acentuar la sensación de profundidad y de este modo contribuir al desarrollo de la perspectiva aérea. Particularmente en esta obra el color juega un papel crucial ya que contribuye también a la recreación de las texturas y calidades.
En general la luz es homogénea, pero podemos intuir que podríamos tener un foco lumínico en la parte inferior izquierda de la obra, quizás este foco lumínico sea el propio sol que refleja en el pelaje del caballo y en la impresionante armadura que luce el Conde Duque de Olivares.
Centrándonos ahora en el estudio de la perspectiva distinguimos entre dos tipos:
- La perspectiva lineal (su definición está en comentarios anteriores) en el caso de esta obra se traza en forma de aspa, situando el punto de fuga de la obra en la montura de Olivares.
- La perspectiva aérea como anteriormente hemos mencionado se logra a través de elementos como los colores, la luz, pero además a través de la pincelada. La figura de Olivares junto con su caballo presenta mas detallismo y mas nitidez debido a que están en un plano próximo. El fondo del cuadro presenta una mayor distorsión y un subtono mas azulado debido a la superposición de las diferentes capas de aire.
Como hemos mencionado anteriormente tenemos dos tipos de pincelada, una pincelada prescisa que capta todos los detalles y dota de nitidez al primer plano de la obra y una pincelada casi impresionista, rápida donde los contornos de las figuras aparecen distorsionados
En cuanto al tema, tenemos que tener en consideración que es un retrato ecuestre de una figura real y de gran importancia en el reinado del Rey Felipe IV. El Conde Duque de Olivares era el válido del rey, por lo que poseía gran influencia política. En este caso este retrato ecuestre fue encargado para conmemorar la victoria del Conde Duque sobre los franceses por la plaza de Fuenterrabía. Por lo tanto podríamos decir que su tema es histórico y que ensalza el poder que poseía el Conde Duque.
Dentro de esta obra llama especial atención un elemento, este elemento es el caballo sobre el que está montado la imponente figura de Olivares. Como vemos el caballo presenta una postura compleja, a lo que denominamos escorzo. Además de esto, vemos que es un escorzo realmente complejo ya que el caballo está en una postura diagonal y con sus dos patas delanteras elevadas. Para llevar a cabo la producción de semejante figura, Velázquez hizo un estudio a gran escala (Caballo Blanco) que utilizó en producciones posteriores. Además de la postura, la figura del caballo destaca por el detalle en la representación de su pelaje. Vemos que es un pelaje brillante, cuidado, suave y que denota que es un animal que recibe grandes cuidados por lo que nos corrobora nuevamente la posición importante de Olivares en la Corte. Esto también se puede ver en la cabezada y la montura.
Obviamente debemos mencionar ciertos aspectos referentes a la figura del Conde Duque. Este viste una imponente armadura, reluciente y damasquinada, y unos pantalones de montar a caballo que aparentemente parecen estar bordados en oro. Además de esto sobre su hombro y a lo largo de su espalda vemos que luce una banda roja llamativa, esta el la que afirma su carácter de capitán general, su exageración se corresponde a la importancia del Conde Duque en la corte del Rey. También es importante destacar el rostro del Conde Duque, se le ve como un hombre de cierta edad pero a la vez seguro, frío y seguro de su posición y de su importancia.
Es recomendable ver el cuadro desde cierta distancia para percibirlo con homogeneidad e integrar todas las partes del cuadro, de modo que lo contemplemos como un todo.
Personalmente es un cuadro que cada vez que lo veo es impactante, tanto por sus medidas como por la solemnidad de la mirada de Olivares.